sábado, 27 de agosto de 2005

Samba do Brasil

Ayer tocaba cena y copas con los amigos. Íbamos a celebrar que Miguel, por fin, se había quedado como único dueño del pub que tenía a medias con un socio capitalista. Por fin había comprado la parte que le faltaba, y eso había que celebrarlo.

La cena transcurrió entre risas y brindis. Al acabar, todos al pub de Miguel. Ahora se podía decir con todas las letras. Las rondas corrían a cuenta de la casa. Hacía las dos el local estaba lleno de gente. Pero yo no podía quitarle los ojos a Bárbara, la animadora-camarera-gogó que hacía un par de meses había contratado Miguel “para animar a la clientela. Las brasileñas son la ostia para eso”. Paula no destacaba tanto como otras compatriotas suyas. No tenía un pecho desproporcionado, ni un trasero inabarcable, pero bailaba y movía las caderas siguiendo el ritmo de la música como una perfecta brasileira.

En ese momento se encontraba haciendo un descanso. Yo ya había entablado conversación con ella en otras ocasiones, y teníamos una relación cordial. Yo le gastaba bromas, haciendo ver que me insinuaba, diciéndole que no sabía lo que se perdía, que era un gran amante, para después reírnos los dos de mis ocurrencias. A mí siempre me había atraído, pero no quería ser el típico tiburón que va detrás de las gogós y las camareras de discoteca.

Me acerque.”Hoy el local está que revienta, ¿verdad, Paula?”. “Hoola, mininho. Pues como cada día, pero como hace mucho que no vienes...”. Me hacía gracia que me llamará mininho cuando soy 5 años mayor que ella. “El conjunto que llevas hoy parece que te molesta al bailar”. Llamar conjunto a lo que Paula llevaba puesto era ser muy generoso. El top de un mini-bikini con la bandera de Brasil y unos shorts-shorts de licra blanca dos tallas más pequeños de lo que Paula necesitaba (y que dejaban escapar parte de los cachetes de su culo) no pueden considerarse un conjunto. Por supuesto el piercing del ombligo quedaba bastante lejos de estar cubierto por esos shorts. Por la parte delantera, no debían medir más de diez centímetros de tiro. “No, el conjunto esta bien, lo que me está matando es el tanga”. “Pues quítatelo” le dije inocentemente. Ella me miró con los ojos entornados. “Pues no puede ser. No quiero que se me marque el Piercing”. No sabía que también tenía uno ahí. Los del ombligo y la ceja son evidentes. El de la lengua, se ve si te fijas en esa boca carnosa, de labios sabrosos con los que acaricia las palabras, medio en castellano, medio en portugués. Pero el de los labios del coño sólo lo puedes disfrutar follando con ella.

“Qué lindo, mininho, te pusiste colorado”. La verdad es que me pillo de sorpresa y no pude reaccionar de otra manera. Dijo “Ven” y cogiéndome de la mano me llevo hasta el cuarto que usaban para cambiarse, como llevan al cordero al matadero. Mientras cerraba la puerta detrás de mí, ella que se había adelantado unos pasos se bajó los shorts de espaldas a mí, mostrándome en todo su esplendor ese hermoso culo que hacía un rato había admirado en la pista. El tanga era verde, y como vi cuando lo dejo encima del sofá, también iba adornado con la bandera de Brasil. Sin volverse en ningún momento agarró de nuevo los shorts y se los volvió a poner. Se giró y se acerco a mí. “Ves, así se marca todo”. De lo que menos tenía que preocuparse era de la bolita del piercing, que apenas se apreciaba. Lo de escándalo era esa raja en la que la licra blanca parecía ser abducida.

No pude hacer nada más que dejarme caer en el sofá. Demasiadas copas y esa visión tan cercana me estaba dejando k.o. Ella se me tiró encima dejando a la altura de mis labios sus dos tetas. Con un ágil movimiento separo la tela del bikini y dejó sus dos pechos al descubierto, desafiantes. Mi lengua recorrió el pecho de la base hasta el mugrón, donde se entretuvo humedeciendo la aureola con pequeños movimientos circulares. Enseguida note como se endurecía en mi boca. Ella me cogió del cabello y apretó mi cabeza en su pecho. Al instante, y sin soltar mi cabello mi tiró la cabeza hacía atrás y nos besamos. Nuestras lenguas se exploraron con frenesí. El piercing en la lengua era un aliciente más. No podía por más que imaginar lo que sería que me chupara la polla acariciándola con esa bola metálica.

Sin separarnos me baje la cremallera de los pantalones y liberé mi polla de los calzoncillos. Estaba ya dura y completamente erecta. Ella con un breve gesto apartó el pequeño short dejando al descubierto su coño. Cogió mi polla y se la introdujo completamente de un solo golpe de cadera. Note su coño húmedo y dilatado. Paula empezó rítmicamente a follarme como una posesa. “Así, dame más, dame más”. Alternaba sus movimientos de vaivén con movimientos circulares que hacían que mi polla se pasease por toda la pared de su vagina. La samba que estaba bailando sobre mi polla se aceleró. Paula apoyó sus dos brazos en la pared que tenía sobre mi cabeza y apretó con más fuerza su culo contra mis muslos. Mi polla no podía entrar más en ella. Con dos movimientos más de cadera mi corrí y mi semen inundó su coño. Ella descendió su cabeza sobre la mía y me beso tiernamente. “Ahora bailaré más cómoda y relajada mininho. Gracias”.

1 comentario:

Humbert dijo...

srta. morena,
si lo que desea es unirse a esa vida..., cuando quiera y donde quiera. le aseguro que disfrutará en cuerpo y alma.
suyo irrespetuoso
Humbert.