Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ninguna parte, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos y muertos.
Anoche Boris descubrió que tenía piojos. Tuve que afeitarle los sobacos y ni siquiera así se le paso el picor. ¿Cómo puede uno coger piojos en un lugar tan bello como éste? Pero no importa. Puede que no hubiéramos llegado nunca a conocernos tan íntimamente, Boris y yo, si no hubiese sido por los piojos.
Boris acaba de ofrecerme un resumen de sus opiniones. Dice que continuará el mal tiempo. Habrá más calamidades, más muerte, más desesperación. Ni el menor indicio de cambio por ningún lado. El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándome. Así, que el héroe no es el tiempo, sino la intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisión de la muerte. No hay escapatoria. El tiempo no va a cambiar.
Estamos ahora en el otoño de mi segundo año en París. Me enviaron aquí por una razón que aún no he podido descubrir.
No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, hace seis meses, pensaba que era un artista. Ya no pienso, lo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. Ya no hay más libros por escribir, gracias a Dios. Entonces ¿esto? Esto no es un libro. Es un libelo, una calumnia, una difamación. No es un libro, en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del arte, una patada en el culo a Dios, al hombre, al destino, al tiempo, al amor, a la belleza… a lo que os parezca. Voy a cantar para vosotros, desentonando un poco tal vez, pero voy a cantar. Cantaré mientras la diñáis, bailaré sobre vuestro inmundo cadáver…
Anoche Boris descubrió que tenía piojos. Tuve que afeitarle los sobacos y ni siquiera así se le paso el picor. ¿Cómo puede uno coger piojos en un lugar tan bello como éste? Pero no importa. Puede que no hubiéramos llegado nunca a conocernos tan íntimamente, Boris y yo, si no hubiese sido por los piojos.
Boris acaba de ofrecerme un resumen de sus opiniones. Dice que continuará el mal tiempo. Habrá más calamidades, más muerte, más desesperación. Ni el menor indicio de cambio por ningún lado. El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándome. Así, que el héroe no es el tiempo, sino la intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisión de la muerte. No hay escapatoria. El tiempo no va a cambiar.
Estamos ahora en el otoño de mi segundo año en París. Me enviaron aquí por una razón que aún no he podido descubrir.
No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, hace seis meses, pensaba que era un artista. Ya no pienso, lo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. Ya no hay más libros por escribir, gracias a Dios. Entonces ¿esto? Esto no es un libro. Es un libelo, una calumnia, una difamación. No es un libro, en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del arte, una patada en el culo a Dios, al hombre, al destino, al tiempo, al amor, a la belleza… a lo que os parezca. Voy a cantar para vosotros, desentonando un poco tal vez, pero voy a cantar. Cantaré mientras la diñáis, bailaré sobre vuestro inmundo cadáver…