domingo, 6 de agosto de 2006

1 año, 100 posts


Cuando vi que se aproximaba el aniversario de este diario y que faltaban pocos posts para llegar al centenar, hacerlo coincidir se me hizo irresistible. Queriéndolo o no este diario ha formado parte de mi vida durante este año, de la misma manera que mi vida se ha colado poco a poco en este diario. Ahora ha llegado el momento de cerrarlo y dejar un poco la blogosfera. Esto no es un adiós definitivo: parte de mi permanecerá en estos 100 posts, y no descarto que algún día vuelva a reabrir este diario, pero ahora no puedo seguirlo como me gustaría. Seguro que os echaré de menos, porque me habéis aportado grandes cosas tanto con vuestros comentarios como con la lectura de vuestros blogs. Y no dudéis que si puedo me dejaré caer por ellos. Un placer haberos conocido. Un placer haberos tenido aquí. Besos y abrazos a tod@s.

Humbert

sábado, 5 de agosto de 2006

viernes, 4 de agosto de 2006

Cartas a Dolores (y V)


Querida Dolores,

Esta es la última carta que te escribo. Las escribía por mí, porque necesitaba escribirlas, pero tengo que dejar de hacerlo. Algunas de estas cartas no enviadas, llegaron a ti, y las leíste con ojos de diferentes mujeres. Otras, como tenía que ser, simplemente se perdieron en la inmensidad. Han sido un vehículo por el que expresarme. Han sido una manera de acercarme más a lo que soy, al mismo tiempo que me permitían alejarme de la realidad. Ahora tengo que acercarme a esa realidad en el que las pieles se rozan y te miran a los ojos. Debo olvidarme de este otro mundo en el que sigues siendo mi Lolita. Debo dejarte ser Dolores. Fue bonito. Fue un sueño. Fue.

Tuyo irrespetuoso,
Humbert.

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jueves, 3 de agosto de 2006

Els quaderns d’en Marc – Anònim

Un dia de l’any 1968, cap a la tardor, vaig rebre una visita en aparença prou innocent i, al capdavall, ben normal: un lector si fa no fa de la meva mateixa edat volia que li dediqués uns llibres. Com tants d’altres abans d’ell, ho aprofità per quedar-se una estona a xerrar. Va semblar-me un home simpàtic, de tarannà obert, i, si més no superficialment, vam coincidir en moltes coses. Se’l veia interessat per saber què pensava d’una sèrie de problemes que tots dos consideràvem importants, i no estalvià pas les preguntes.

Al cap de tres dies, telefonà per demanar-me si em vindria bé de rebre’l de nou, a l’hora que fos; feia una feina de carrer, per compte d’altri, que no l’obligava a jusificar minuciosament el temps que esmerçava en les seves gestions. Va avançar que, ara, volia parlar-me d’un assumpte que el preocupava i sobre el qual creia que podria donar-li un bon consell. No va voler precisar més i vam convenir que ens veuríem l’endemà passat l’altre a primeres hores de la tarda.

Va presentar-se puntualment i, un cop instal•lats al meu despatx, va confesar-me que ja habia estat temptat de referir-se a aquell afer en el curs de la primera visita, en confirmar-se segons ell, que jo era la mena de persona que s’havia imaginat en llegir-me. No s’hi atreví, però, i li calgueren més de quaranta-vuit hores de reflexió per decidir que, entre tota la gent que coneixia, no podia confiar-se a ningú més. Jo tenia l’avantatge, afegí, de no formar part del cercle de les seves relacions socials o professionals i d’haver demostrat, amb els meus escrits, que dins del que permetia la situació, i amb això al•ludia sobretot la censura, no em deixava impresionar per cap tabú.

Es tractava, concretament, del següent: durant uns quanta anys, entre els vint-i-nou i els trenta-quatre, havia anat omplint tot de quaderns amb la relació circumstanciada de les seves experiències eròtiques més notables, les quals, va dir, li semblava que sortien una mica del corrent, i ara no sabia què fer-ne: si destruir-los o conservar-los.



Los cuadernos de Marcos - Anónimo (Traducción)

Un día del año 1968, hacia el otoño, recibí una visita en apariencia inocente y bien normal: un lector, más o menos de mi edad quería que le dedicara unos libros. Como tantos antes que él, lo aprovechó para quedarse un rato a charlar. Me pareció un hombre simpático, de carácter abierto, y, aunque solo fuera superficialmente, coincidimos en muchas cosas. Se le veía interesado en saber que pensaba de una serie de problemas que los dos considerábamos importantes, y no se ahorró las preguntas.

Pasados tres días, me telefoneó para pedirme si me vendría bien volver a recibirlo, a cualquier hora; trabajaba en la calle, por cuenta ajena, sin tener que justificar minuciosamente el tiempo que tardaba en sus gestiones. Adelantó que ahora quería hablarme de un asunto que le preocupaba y sobre el cual creía que yo podría darle un buen consejo. No quiso precisar más, y convenimos que nos viéramos en dos días, a primera hora de la mañana.

Se presentó puntualmente y una vez instalados en mi despacho, me confesó que ya había estado tentado de referirse a aquel asunto en el transcurso de su primera visita, al confirmarse, según él, que yo era del tipo de persona que se había imaginado al leerme. Pero no se atrevió, y le costó más de cuarenta y ocho horas de reflexión decidir que, entre toda la gente que conocía, no podía confiar en nadie más. Yo tenía la ventaja, añadió, que no formaba parte de su círculo social o profesional, y le había demostrado, con mis escritos, que dentro de lo que permitía la situación, y con esto aludía sobretodo a la censura, no me dejaba impresionar por ningún tabú.

Se trataba, concretamente de lo siguiente: durante unos cuantos años, entre los veintinueve y los treinta y cuatro, había ido llenando una serie de cuadernos con la relación circunstanciada de sus experiencias eróticas más notables, las cuales, me dijo, le parecían que se salían un poco de lo corriente, y ahora no sabía que hacer con ellos: si destruirlos o conservarlos.



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miércoles, 2 de agosto de 2006

Me esperaste

Me esperaste en el parking, junto a mi coche. No necesitaste decir nada. Entramos en mi casa sin encender ninguna luz. Conoces el camino a mi dormitorio, igual que conoces el camino que conduce al placer. Tus manos me desvistieron para que tus dedos pudieran sentir como mi piel se erizaba a tu tacto. Trazaste una línea partiendo de mi frente, bajando por mi nariz, deteniéndote en mis labios, acariciando mi barbilla, atravesando mi pecho, llegando a mi abdomen , para perderse en el vello de mi pubis y llegar a mi pene excitado, que poco a poco iba creciendo dentro de tu mano. Tus labios se pierden en mi pecho. Apoyado en la pared, me dejo hacer hasta que no resisto más la tentación de esas dos tiras que sujetan tu escueto vestido de verano sobre tus hombros. Cae al suelo y deja tu cuerpo casi desnudo, cubierto solo por el blanco del tanga que perfila tu sexo. Mi boca se pierde en tu cuello. Mi lengua y mis labios acarician suavemente cada centímetro de tu piel desde tu nuca hasta la base de tu mandíbula. Es ahora tu espalda la que se apoya en la pared. Mi mano se desliza por tu muslo para sujetar tu pierna en alto. Así sujeta entro dentro de ti a golpes de cadera, con todo mi cuerpo en tensión, contrayendo y relajando mis músculos en cada envestida. Tus brazos rodean mi cuello y tus piernas mi cintura. Nuestros cuerpos sudorosos se tensan más y más, hasta que estallan en un orgasmo.

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martes, 1 de agosto de 2006

Puntos suspensivos



"Puntos suspensivos" es un video que solo podía hacer un artista como mi amigo Xavi.

No he podido evitar postearlo.
No he podido evitar postearlo y sentir alegría por ellos.
No he podido evitar postearlo y sentir un vacío en mi interior.


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