miércoles, 14 de diciembre de 2005

tiempo de reflexión


Últimamente mi vida ha sufrido cambios importantes: he cambiado de lugar de residencia y de trabajo, amistades/relaciones que creía consolidadas han desaparecido, proyectos que tenía no han funcionado…Y en todo este proceso de cambios he tomado alguna decisión que, ahora, considero equivocada. Es por eso que necesito un tiempo para aclarar mis ideas. Para replantearme algunas cosas. Aprovecharé estos días que quedan del año para reflexionar y rectificar en lo posible los errores que haya podido cometer.

Espero regresar como un regalo de reyes el año que viene.
Hasta entonces besos y abrazos a tod@s.

sábado, 10 de diciembre de 2005

Dejo en tu piel - Teodoro R. Frejtman

Dejo en tu piel
la música caliente de mis manos
y enhebro con tus cabellos mi boca,
temblando.
De amor, de risa, de miedo, de llanto
quizá porque eres mía
en agosto, y en verano
cuando nacen gorriones tibios,
cuando brotan tulipanes blancos
cuando vuelven por la noche las estrellas,
cuando tu cuerpo se resbala lentamente, desnudo, sensual, estilizado
bebiendo el polen del amor
el zumo de la vida,
trago a trago.
Trepo a las colinas de tus pechos
por tu cintura frágil me desangro
y descubro en ti la primavera
que prometieron para mí tus ojos claros.

Si dejaras de besarme,
de besarnos
mi sombra moriría, niña,
y yo a su lado.

A mi niña, que ahora anda perdida por Montevideo. Te extraño.

domingo, 4 de diciembre de 2005

Mordiéndonos los labios

Hacía cinco minutos que nos habíamos dicho adiós. Ella comparte piso con T., y después de una cena y unas cuantas copas con ellas, mi amigo A. y yo, las habíamos dejado en su piso. Llevé a A. hasta su coche y quedamos para la mañana siguiente ir a nadar un rato a la piscina del club deportivo. Nada más perder de vista a A., la llamé. "En cinco minutos estoy en tu casa". "No llames al timbre, yo te abró, no quiero que T. se entere".

Nada más llegar a su puerta me abrió. Me estaba esperando. Nos quedamos quietos, mirándonos. Toda la noche nos habíamos estado mirando, sin apenas decir nada más que generalidades. Los dos sabíamos lo que el otro quería. Nuestra atracción era clara, pero los cuatro trabajabamos en la misma empresa y no estaban bien vistas las relaciones entre empleados. Me cogió de la mano y me llevó con sigilo hasta su habitación. No pude esperar más. Le dí la vuelta y la bese. Ella llevó sus manos hasta mi nuca y acariciándome, presionó mis labios contra los suyos. Nos besamos con desesperación. Con la desesperación de no haber podido hacerlo durante toda la noche. Con la desesperación de no haberlo podido hacer en todo el día. Con la desesperación de no haberlo repetido desde ese beso furtivo en las escaleras que llevan a los archivos de la oficina. Empezó a desabrocharme la camisa mientras yo no hacía más que acariciar sus suaves cabellos, que disfrutar con esa sonrisa que se le dibujaba en los labios cada vez que levantaba la vista y nuestras miradas se cruzaban. Me fuí descalzando y quitándome los pantalones y los boxers. Ella solo tuvo que deslizar sus deliciosas manos por el nudo que sujetaba la bata azul que llevaba para dejar al descubierto su cuerpo desnudo. Nos convertimos en una maraña de brazos y piernas. Recorrí todo su cuerpo con mis labios. Su sexo estaba húmedo y sonrosado. Tumbados formando un perfecto 69, la visión de su sexo no hizo más que excitar más el mío. Mientras mis manos acariciaban sus muslos, mi boca saboreaba su sexo. Mi lengua separaba sus labios para introducirse un poco en ella con cada movimiento. Ella, con su mano, hacía crecer mi pene con suaves movimientos. Su clítoris era ya una perla dura que con cada caricia de mi lengua, hacía que ella dejara escapar un ahogado gemido. Ella acabó por meterse mi polla en su boca y empezó a deslizar sus labios por mi pene mientras su lengua lo acariciaba. No pude por más que cruzar mis brazos por encima de su culo y apretar más mi boca contra su sexo. Ella tambien intensificó su mamada, metiendose mi polla en su totalidad para despues sacarla y dejarla toda húmeda y palpitante, fría al contacto con el aire. Empezó a besarme alrededor de ella pero sin tocarla. deseaba que el calor que sentía ahora en mis labios, aplacaran esa sensación de frío y deseo. Ella me recibió dulcemente en su vagina y en su boca. Nuestras lenguas no dejaban de cruzarse mientras nuestros sexos se acoplaban perfectamente. Mi semen la inundó en silencio. Ella clavó sus uñas en mi espalda mientras tensaba todo su cuerpo, apretándolo contra el mío. Notaba que ella quería más. Quería llegar a sentir lo mismo que yo. Mi mano bajo hasta su coño, acariciando todo el recorrido por su cuerpo, antes de introducirme en su sexo. Mientras con dos dedos la penetraba, el pulgar no dejaba de acariciar esa perla que la hacía mover su cuerpo convulsamente. Mi lengua rodeaba el pezón del pecho que sujetaba con mi mano. Un pezón duro, sobresaliente, que coronaba un pecho perfecto y terso. No tardó mucho en mojarme por completo los dedos, que aún acariciaban su interior. Mordiéndose sus labios, aplacó las ansías de dejar escapar sus gemídos de placer. Aquella noche sufrimos y disfrutamos. Sufrimos por no poder dar rienda suelta a todos nuestros deseos al tener a T. en la habitación de al lado; y disfrutamos, disfrutamos, disfrutamos.

A la mañana siguiente no fuí a la piscina. Me excuse con A. y me quede en casa. Las marcas de mi espalda no tenían fácil explicación.