miércoles, 31 de agosto de 2005

Sin City - Robert Rodriguez & Frank Miller



Lástima que a los puritanos norteamericanos no les moleste la sangre (en este caso amarilla) y sí el sexo. Hay posibilidades de mucho sexo...
 



Las escenas tienen gran fuerza visual. No se la pierdan.

sábado, 27 de agosto de 2005

Samba do Brasil

Ayer tocaba cena y copas con los amigos. Íbamos a celebrar que Miguel, por fin, se había quedado como único dueño del pub que tenía a medias con un socio capitalista. Por fin había comprado la parte que le faltaba, y eso había que celebrarlo.

La cena transcurrió entre risas y brindis. Al acabar, todos al pub de Miguel. Ahora se podía decir con todas las letras. Las rondas corrían a cuenta de la casa. Hacía las dos el local estaba lleno de gente. Pero yo no podía quitarle los ojos a Bárbara, la animadora-camarera-gogó que hacía un par de meses había contratado Miguel “para animar a la clientela. Las brasileñas son la ostia para eso”. Paula no destacaba tanto como otras compatriotas suyas. No tenía un pecho desproporcionado, ni un trasero inabarcable, pero bailaba y movía las caderas siguiendo el ritmo de la música como una perfecta brasileira.

En ese momento se encontraba haciendo un descanso. Yo ya había entablado conversación con ella en otras ocasiones, y teníamos una relación cordial. Yo le gastaba bromas, haciendo ver que me insinuaba, diciéndole que no sabía lo que se perdía, que era un gran amante, para después reírnos los dos de mis ocurrencias. A mí siempre me había atraído, pero no quería ser el típico tiburón que va detrás de las gogós y las camareras de discoteca.

Me acerque.”Hoy el local está que revienta, ¿verdad, Paula?”. “Hoola, mininho. Pues como cada día, pero como hace mucho que no vienes...”. Me hacía gracia que me llamará mininho cuando soy 5 años mayor que ella. “El conjunto que llevas hoy parece que te molesta al bailar”. Llamar conjunto a lo que Paula llevaba puesto era ser muy generoso. El top de un mini-bikini con la bandera de Brasil y unos shorts-shorts de licra blanca dos tallas más pequeños de lo que Paula necesitaba (y que dejaban escapar parte de los cachetes de su culo) no pueden considerarse un conjunto. Por supuesto el piercing del ombligo quedaba bastante lejos de estar cubierto por esos shorts. Por la parte delantera, no debían medir más de diez centímetros de tiro. “No, el conjunto esta bien, lo que me está matando es el tanga”. “Pues quítatelo” le dije inocentemente. Ella me miró con los ojos entornados. “Pues no puede ser. No quiero que se me marque el Piercing”. No sabía que también tenía uno ahí. Los del ombligo y la ceja son evidentes. El de la lengua, se ve si te fijas en esa boca carnosa, de labios sabrosos con los que acaricia las palabras, medio en castellano, medio en portugués. Pero el de los labios del coño sólo lo puedes disfrutar follando con ella.

“Qué lindo, mininho, te pusiste colorado”. La verdad es que me pillo de sorpresa y no pude reaccionar de otra manera. Dijo “Ven” y cogiéndome de la mano me llevo hasta el cuarto que usaban para cambiarse, como llevan al cordero al matadero. Mientras cerraba la puerta detrás de mí, ella que se había adelantado unos pasos se bajó los shorts de espaldas a mí, mostrándome en todo su esplendor ese hermoso culo que hacía un rato había admirado en la pista. El tanga era verde, y como vi cuando lo dejo encima del sofá, también iba adornado con la bandera de Brasil. Sin volverse en ningún momento agarró de nuevo los shorts y se los volvió a poner. Se giró y se acerco a mí. “Ves, así se marca todo”. De lo que menos tenía que preocuparse era de la bolita del piercing, que apenas se apreciaba. Lo de escándalo era esa raja en la que la licra blanca parecía ser abducida.

No pude hacer nada más que dejarme caer en el sofá. Demasiadas copas y esa visión tan cercana me estaba dejando k.o. Ella se me tiró encima dejando a la altura de mis labios sus dos tetas. Con un ágil movimiento separo la tela del bikini y dejó sus dos pechos al descubierto, desafiantes. Mi lengua recorrió el pecho de la base hasta el mugrón, donde se entretuvo humedeciendo la aureola con pequeños movimientos circulares. Enseguida note como se endurecía en mi boca. Ella me cogió del cabello y apretó mi cabeza en su pecho. Al instante, y sin soltar mi cabello mi tiró la cabeza hacía atrás y nos besamos. Nuestras lenguas se exploraron con frenesí. El piercing en la lengua era un aliciente más. No podía por más que imaginar lo que sería que me chupara la polla acariciándola con esa bola metálica.

Sin separarnos me baje la cremallera de los pantalones y liberé mi polla de los calzoncillos. Estaba ya dura y completamente erecta. Ella con un breve gesto apartó el pequeño short dejando al descubierto su coño. Cogió mi polla y se la introdujo completamente de un solo golpe de cadera. Note su coño húmedo y dilatado. Paula empezó rítmicamente a follarme como una posesa. “Así, dame más, dame más”. Alternaba sus movimientos de vaivén con movimientos circulares que hacían que mi polla se pasease por toda la pared de su vagina. La samba que estaba bailando sobre mi polla se aceleró. Paula apoyó sus dos brazos en la pared que tenía sobre mi cabeza y apretó con más fuerza su culo contra mis muslos. Mi polla no podía entrar más en ella. Con dos movimientos más de cadera mi corrí y mi semen inundó su coño. Ella descendió su cabeza sobre la mía y me beso tiernamente. “Ahora bailaré más cómoda y relajada mininho. Gracias”.

martes, 23 de agosto de 2005

Desayuno de domingo

Desperté el domingo con la sensación de estar flotando. Tenía la mente turbia por el alcohol y el cuerpo exhausto por el sexo. Lo primero que vi fue el sol de la mañana que se colaban por las rendijas de la persiana a medio subir. Siguiendo los rayos del sol me giré hacía mi derecha y allí estaba ella. Me quede un rato mirándola. Su cara, medio cubierta por su pelo cobrizo, dejaba entrever una expresión de felicidad. Sus labios, esos labios que tanto había besado aquellos dos últimos días se curvaban ligeramente insinuado una leve sonrisa. Su cuerpo desnudo, que tanto había disfrutado aquellos dos últimos días, se movía suavemente al ritmo de su respiración.

No pude resistirme y acerque mis dedos lentamente a su cadera, empezando a acariciarla suavemente. Poco a poco las caricias se acercaron a su sexo. Ella hizo un leve movimiento y dio un cuarto de vuelta sobre sí misma, quedando boca arriba sobre la cama. Entonces lo vi, como tantas veces lo había visto aquellas dos últimas noches. Su coño, perfectamente depilado, dejando simplemente una V de vello que parecía indicar el camino del paraíso. Ella seguía dormida, o al menos eso parecía. Poco a poco le separé las piernas y empecé a acariciarle la parte interior de sus muslos, desde la rodilla y subiendo un poco cada vez. Ella parecía agitarse y su respiración se aceleró un poco, pero seguía sin dar muestras de estar despierta. Cuando llegue a los labios de su coño, estos mostraban ya una tensión, y al separarlos e introducir un poco mis dedos índice y anular, noté que el camino ya estaba húmedo. Con mis dedos separé los labios y empecé a mover mi lengua en círculos por el interior de los mismos. La respiración de Jenny se aceleró aún más, y sus piernas se flexionaron, pero seguía haciéndose la dormida. Subí con mi lengua hasta llegar a su clítoris. Mientras lo succionaba y jugaba con él entre mis dientes, mis dos dedos empezaron una penetración en toda regla. El ritmo de la lengua y de los dedos fue acelerándose poco a poco, entrando cada vez más y lamiendo casi en el interior de mi boca su excitada pepita.

Mi polla no se había mantenido ajena a todo esto. Dura y tirante después de tanto trasiego, tenía ya pequeños espasmos como reclamando lo que era suyo y esos dedos le estaban arrebatando. Abrí un preservativo, me lo puse y con calma empecé a penetrarla. Jenny ya no pudo evitar abrir los ojos y empezar a gemir de placer. Nuestras lenguas se encontraron y se entrelazaron mientras mi polla cada vez iba más rápida entrando y saliendo de su rasurado coño. Ella paso sus brazos por mi cuello y también empezó a moverse. Sus labios se acercaron a mi oreja. Metió el lóbulo en su boca y empezó a acariciarlo con la lengua. “Me voy a correr” le dije. “No, aguanta, ya me falta poco, quiero correrme contigo”, eso fue como una orden para mí. Pensaba aguantar lo que hiciera falta. Correrme a la vez que ella era lo que más me había excitado todo el fin de semana. No hizo falta que esperara mucho. La verdad es que Jenny, después de decir eso empezó su in crescendo hasta que noté su vagina con mucho más fluido. Yo tampoco pude aguantar más y llene el condón con mi leche. Los dos nos dejamos caer de nuevo sobre la cama. “Después de este despertar, me apetece un chocolate con churros” me dijo. “Perfecto desayuno de domingo. Deja que me dé una ducha y voy a buscarlos”

viernes, 19 de agosto de 2005

Esperando el regreso

Sé que no soy original pero a mi obsesión habitual por el sexo, le he añadido otra obsesión: la comida. Y todo gracias a Jenny. Jenny es una jovencita colombiana que trabaja de camarera en el restaurante al que habitualmente voy a comer. No tendrá más de 20 ó 22 años, y mueve su metro cincuenta de altura como solo las mujeres saben hacerlo. Pero donde de verdad mata es en las distancias cortas, cuando te pregunta con esa voz melosa “¿Qué desea hoy?”, mirándote con esos ojos verde esmeralda de actriz de cine.

Pues bien, hoy he ido al restaurante igualmente, aunque tenía la tarde libre. En verano es mejor condensar el trabajo en las productivas mañanas más que en las bochornosas tardes. Como siempre hemos tenido nuestro coqueteo en el momento de tomar la comanda. Estaba especialmente guapa. Ya hace unos días que me comentó que como al mediodía tienen menos trabajo por las vacaciones de la gente de las oficinas de alrededor, aprovechaba para salir antes e ir a tomar el sol a la playa hasta que volvía al trabajo para las cenas. Y esos baños de sol le han sentado de maravilla.Tiene un tono dorado en su piel que adquiere un brillo especial con ese poco de sudor que aparece de ir sirviendo de mesa en mesa.

No se si por descuido o a propósito, llevaba un botón más de su camisa blanca desabrochado, dejando al descubierto lo que tampoco podía ocultar estando abrochado, unos pechos pequeños, (no minúsculos) proporcionados y que la juventud de su dueña hace que no necesiten sujetador para mantenerse firmes y a su altura. (Nunca lleva, en eso ya me había fijado).

Era la primera vez que pedir una ensalada de queso fresco y elegir entre una merluza al horno y pollo me hacía subir tanto la temperatura. El local es pequeño y a última hora en este mes de agosto, prácticamente esta vacío. Mientras tomaba nota a dos palmos de mí, he notado como se abría un poco de piernas y la falda negra, que ya normalmente es corta, subía un poco por su muslo dorado. Ella se ha dado cuenta de que yo me fijaba en sus movimientos (es lo que debía estar esperando) e inclinándose un poco me ha susurrado al oído “usted más que merluza debería pedir muslo”. Sus pechos aguantaron perfectamente la gravedad y dejaron ver todo su esplendor a través del escote de la camisa. “Hoy podría con el muslo y la pechuga al mismo tiempo” le conteste también susurrando. “En lugar de ir a la playa a pasar calor, ¿Por qué no vienes a mi apartamento que tiene aire acondicionado?”. “En hora y media acabo el servicio. Espérame en el bar de enfrente”. Mientras ella servia otras mesas, de vez en cuando me miraba y se ajustaba la falda o humedecía sus labios con su lengua. La comida tuvó otro sabor, mucho más picante de lo normal.

Cuando llegamos a mi apartamento yo estaba superexcitado después de contemplarla durante toda la comida. No nos dijimos nada. Nos avalanzamos el uno sobre el otro y nos quitamos la poca ropa que llevábamos. Es la ventaja que tiene el verano. Sin darme tiempo a quitarle el tanguita amarillo que llevaba, de un empujón me tiro a la cama y fue directamente a chuparme la polla que ya estaba teniendo espasmos de tanta excitación. Primero rodeo el glande con su lengua, mojándolo, para después seguir jugando con él una vez ya dentro de su boca. Poco a poco, a cada movimiento suyo mi polla entraba un poco más. Mientras los movimientos se hacían cada vez más rápidos, empezó a masajearme los huevos, incluso apretándolos un poco, lo que me puso a cien. Me suelo afeitar los huevos para tener mayor sensibilidad en ellos y para que sean más agradables al tacto y a la lengua. Ella se dió cuenta que ése era mi punto débil. Sacó mi polla de su boca y se fue directamente a darle besos y lenguetazos a mis huevos. Cuando ya los tenía bien húmedos, se los metió en la boca succionándolos. Primero uno y después el otro. Se pusieron como piedras. Todo esto sin dejar de acariciarme con su mano mi polla, pajeándome con suavidad. No me quedo más alternativa que cogerle con las dos manos su linda cabeza y hacerla mirarme a los ojos: “si sigues así me voy a correr ya mismo”. “Eso es lo que quiero. Me encanta que se corran en mi boca” me dijo con una mirada que me derrotó. Después de esa declaración de principios no pude hacer nada más que acompañar su cabeza hasta mi polla y acariciarle el cabello mientras le marcaba tenuemente el ritmo que más me ponía. Con la otra mano le aparté el breve tanga y le empecé a acariciar su sexo. Primero alrededor de sus labios, después los deje pasar entre mis dedos unas cuantas veces, separándolos un poco hasta alcanzar su clítoris. Suavemente con la yema de mi dedo índice lo acaricié y sentí como se endurecía más y más. Jenny cada vez estaba más excitada. El ritmo de la mamada se aceleraba por momentos. Yo también aceleré mis caricias. Cuando estaba a punto de correrme se lo hice notar con mi mano en su cuello, indicándole levemente que no lo dejará ahora. Ella empezó a dar lenguetazos con toda mi polla dentro de su boca. Me corrí como no me había corrido en tiempo. Ella se tragó toda mi leche y estuvo lamiendo mi capullo un buen rato. Consiguió que la erección no disminuyera lo más mínimo. Mirándome con su ojos verdes medio cerrados me dijo: “ahora vamos a empezar otra vez, y nos vamos a correr los dos”. “Eso te lo aseguro. Vas a irte a trabajar deseando volver”.”Pues aprovecha cuando no esté para recuperar fuerzas porque esta noche será larga”. Hace un rato que se ha ido y en eso estoy. Mientras mi pequeña Jenny está trabajando, yo escribo este post y la espero.

sábado, 6 de agosto de 2005

Lolita - Vladimir Nabokov

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.